Cada vez que viene a Argentina, Rogério Dalló concentra la atención de los auditorios, en cualquier  evento que congregue a representantes de la Economía Social y Solidaria. Se podrá estar de acuerdo o no con su pensamiento, pero a nadie escapa que su retórica parte desde las cuestiones medulares que atraviesan a las organizaciones sociales, independientemente de su naturaleza jurídica. Aunque su espacio en Brasil está focalizado en las cooperativas de trabajo –es Secretario General de la COLACOT-, confía en la integración de las entidades, en cualquiera de sus tipologías, y cree que son las herramientas más aptas para generar una alternativa al modelo económico y financiero de concentración de riquezas, y capaces de oponerse como una fuerza que ofrezca equidad social.

Durante su participación en el Seminario Internacional de Mutualismo, expresó sin disimulo que hoy el movimiento mutual y cooperativo es la resistencia.

Fuera del ámbito del panel en el que tocó actuar, amplió algunas de sus reflexiones ante Prensa Con Opinión. Sólo hizo falta una pregunta para que el dirigente brasileño desplegase una batería de conceptos vinculados al rol que le cabe al sector, como agente dinámico y estratégico en el desarrollo integral de las comunidades. Miradas hacia afuera, pero también debate hacia adentro.

El interrogante planteado surgió a partir de su exposición en el panel del encuentro internacional: ¿Resistencia contra qué?

“Contra un modelo económico y de organización social; contra un modelo de vivencia y convivencia. Pero no siempre nuestra metodología está acorde a esta resistencia. Por eso decimos, también es resistencia  a un modelo organizativo del mismo mutualismo que, a veces históricamente, copia modelos organizativos de otros modelos y que llevan a otros resultados. Cuando decimos que nuestro modelo trabaja otra relación con el desarrollo local, con las comunidades donde están insertadas las mutuales, estamos hablando de que la mutual está adentro de la comunidad, tiene un compromiso integral con ella. Es incluso resistencia a cierta tendencia de nuestros movimientos sociales, ya sean cooperativas, mutuales o sindicatos, que a veces su modelo organizativo no refleja exactamente lo que hemos propuesto como modelo para nuestro quehacer. Entonces, en lo macro nuestra resistencia es en contra de este modelo excluyente, neoliberal, donde todo se mercantiliza, la vida se mercantiliza, las relaciones de mercantilizan. Los servicios son estratégicos en el mundo del trabajo actual, frente a un modelo hegemónico  mundial, donde se mercantiliza la salud, el deporte, la comunicación, todo lo transforma en negocio.

“Las mutuales en ese sentido son una palanca de resistencia, y deben serlo en contra de esta mercantilización. Las instituciones tienen las herramientas para lo que hoy se llama el buen vivir. Que se viva un poco más armónicamente, menos acumulativamente, con más equidad y más comprometido socialmente con su comunidad”.

El Estado y el sector.

“El Estado moderno, dentro de la hegemonía neoliberal, fue secuestrado por esta lógica de la economía privada. Los agentes del Estado mayormente hacen el juego para entregar los servicios a las iniciativas que tienen la lógica del lucro. O sea, tenemos poquísimas experiencias en que el modelo del Estado comprende que la forma de desarrollo inclusivo, se produce con la alianza no del gran capital, sino con las comunidades, con la gente, con los modelos más presentes localmente. Si a un gobernante se le pregunta qué quiere para mejorar la economía de su población, la mayoría responde que traería una empresa  estratégica, grande, que venga de afuera y que genere empleo. Y no ve que las empresas están en las comunidades. Los pequeños emprendimientos dinamizan mucho más sin hacer procesos de concentración. No es que estemos en contra de grandes empresas, pero esto viene de una lógica acumulativa, en donde la decisión no está en lo local. Tenemos muy pocos, y cada día menos, gobiernos con esta sensibilidad. Nosotros en estos momentos, de alguna manera estamos perdiendo terreno con algunos gobiernos, respecto a los avances que habíamos conseguido en los últimos años. En Brasil es escandaloso. Trece o catorce años con un gobierno de una talla social comprometida, sin ser la panacea, pero claramente comprometido con un modelo del agricultor familiar, impulsando proyectos y programas para la transferencia de ingresos hacia los más pobres. Y de golpe, en un año y medio estamos volviendo a la mendicidad, a la violencia, recrudecida claramente por procesos de exclusión social”.

Las organizaciones y el trabajo.

“Hablamos de otra concepción del mundo del trabajo. El neoliberalismo considera al trabajo como un factor de producción. Desde la Economía Solidaria, el trabajo es el buen vivir dentro del espacio donde yo, mi familia, mi comunidad, mi historia, mi cultura, podemos vivir, convivir, avanzar, distribuir lo que sabemos hacer y lo que tenemos. Experiencias como las de las mutuales, pueden reproducir eso. Pero a veces emparedamos nuestra buena experiencia y nos creemos la última etapa del paquete. No hay un modelo a seguir; hay una reflexión sobre cómo mejorar a partir de lo que hemos construido. Hay un problema cuando yo me creo que ya avancé lo suficiente, porque ahí empiezan a hundirse las cosas. Son los paradigmas los que tienen que mantenernos en permanente debate,  en alerta, sea contra el otro modelo al que estoy resistiendo, sea dentro de nuestra propia casa. A veces parece que discutimos el día a día sobre cómo nos está yendo, sin mirar la estrategia hacia dónde nos encaminamos”.

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