Creada hace 33 años, y nacida con algunas donaciones, la biblioteca de la Asociación Mutualista del Docente, cuenta ya con más de 16 mil volúmenes. Todo debidamente  clasificado y procesado, siguiendo los parámetros profesionales de organización. Miles de socios ingresan a este espacio de estanterías abiertas, las que recorre el lector para encontrar satisfacción a su búsqueda o descubrir alguna nueva obra, con la opción de lectura en sala o de llevar el ejemplar seleccionado  a su domicilio en calidad de préstamo por periodos de entre siete y quince días.

El mismo servicio que funciona en la sede central de la ciudad de Córdoba, se replica en cada una de las filiales del interior. La oferta es variada: literatura en general, trabajos pedagógicos y libros de textos escolares que demandan hijas e hijos de asociados.

Cada mes se recepta la llegada de nuevas partidas de material de lectura, lo que deja lugar a otra tarea no menos compleja: iniciar un proceso de depuración que deriva en donaciones a bibliotecas de escuelas; al baúl que se ubicó en el hall de ingreso a la mutual, del que el asociado puede retirar y  llevarse a su casa cualquier ejemplar que sea de su interés, o también alimentar los Clubes de Lectores, una iniciativa impulsada desde la mutual, y que funciona como una extensión de la biblioteca.

La profesional encargada, Mirna Laciar, trabaja en su rincón, rodeada de libros diseminados por todo el ancho de su escritorio, y resume la razón de una biblioteca con la pasión de quienes conocen el valor del libro: “A través de la lectura hay libertad de pensamiento y de expresión. Por eso creamos y fomentamos el Club de Lectores, que en realidad ya no es uno sino más de 40 en todo el territorio de la provincia. Empezamos hace nueve años como un estímulo a aquéllas personas que compartían el placer por la lectura. Esta es una tarea que desarrollamos en el interior y está abierta a toda la comunidad en cada pueblo o ciudad a la que nos convoquen. Nosotros cumplimos un rol facilitador para reunir a las personas, y lograr que la lectura, que en sí misma es un acto solitario, pueda sociabilizarse. Al formarse un grupo, les regalamos diez libros y complementamos la ayuda con algunas pautas básicas de funcionamiento, pero nada se hace bajo normas, no hay un estudio dirigido de textos; cada uno elige lo que quiere leer y luego, natural y espontáneamente se van estableciendo vínculos entre lectores.

“La expansión de estos clubes ha sido notable, y ameritó que incorporásemos dos encuentros anuales con todos esos círculos, a modo de interrelacionarse y ampliar esos vínculos que se forman en cada localiad. Cada año, en el mes de febrero, nos encontramos en nuestro complejo de La Granja, y en el mes de junio, lo replicamos en la sede Córdoba. A estas reuniones les aportamos un valor agregado, con la presencia de escritores, quienes les proporcionan una dinámica a modo de talleres para profundizar sobre diversos géneros literarios. Hemos contado con la participación de algunas autoras consolidadas, como Cristina Bajo, Viviana Rivero y Fernanda Pérez”.

La bibliotecaria de la Mutual del Docente, rescata el alto valor de este servicio: “Creo que estamos a la vanguardia en el sector de las organizaciones, lo cual me hace pensar que hay mucho por hacer en esta materia. Mi anhelo a futuro es expandir este modelo y pensar en una red de bibliotecas mutuales”.

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