Silvana Naveda, Presidenta de AMCAJA

La Mutual del Club Ateneo Juvenil de Villa Santa Rosa, en Río Primero, agrupa a más de 2.700 socios, quienes gozan de servicios de ayuda económica, captación de ahorros, turismo y salud a través de convenios. El Club que dio origen a la entidad, es el principal receptor de las contribuciones de la mutual, aunque los aportes también se extienden a otras instituciones del pueblo, como las escuelas, biblioteca, cooperadora policial y una especial atención a requerimientos personales de socios, los que terminan siendo inconmensurables.

La presidencia de AMCAJA –como se la conoce-  es ejercida desde 2017 por Silvana Naveda.

Madre, abogada, escribana, docente universitaria y con profunda convicción de la participación en el sistema mutual, integra la Comisión de Mujeres de FEMUCOR, y coordina el área de economía en la Comisión de Equidad y Género de la CAM. Desde este lugar, se imagina recorriendo el país para transferir su experiencia a otros mutualistas, a futuros dirigentes.

Aprendió la praxis del mutualismo desde temprano, trabajando en una de las filiales de la Mutual Sportivo Belgrano de La Para, descubriendo que la relación entre una organización y sus miembros, tiene el valor agregado de la personalización.

“Me atrajo ese funcionamiento que permitía un trato directo con la gente. La posibilidad de dar ayudas personalizadas, viendo la situación de cada uno. Porque en la mutual el socio es una persona, con nombre y apellido, que se conoce y normalmente se lo puede identificar, por cómo vive, con quién vive, qué hace. No es un número, no es una carpeta. Eso fue fundamental para mí. En un banco, uno va a sacar un crédito, y es una carpeta. En cambio en la mutual no; es una persona. Ahora, en la AMCAJA,  muchas veces estamos en reunión de Consejo Directivo, analizando una solicitud, y decimos ‘…y, porque es el hijo de…, casado con…, el que le dicen de tal forma, y quiere este dinero y lo necesita porque va a hacer una habitación, porque tiene que operar a un familiar, porque tiene que mandar a su hijo a estudiar’. Es una persona con nombre y apellido, con una realidad y con una vida propia, y eso es algo que se tiene en cuenta, en consideración para poder prestar la ayuda. Cada persona que entra a la mutual sabemos quién es, sabemos dónde vive, nos saluda como amigos, como parte del pueblo. Esa relación que hay con el socio, crea confiabilidad, hace que nosotros también debamos aportar esa confianza, ser creíbles y mostrando  seguridad, responsabilidad, jerarquía en la dirigencia y capacitación. Porque el asociado debe saber quién va a responder por sus ahorros. Así como el socio no es una carpeta, la mutual no es una oficina, no es un comercio; es un grupo humano, de gente que está administrando  ese espacio común”. 

Involucrada en las problemáticas del sector, participó activamente durante las gestiones por evitar la aprobación del gravamen de ganancias en la Reforma Tributaria. Como se recordará, las mujeres mutualistas, mantuvieron una reunión con diputadas nacionales, en el intento –luego exitoso- de obtener votos favorables al momento del tratamiento.

“Fue un desafío importante, porque en la Cámara de Diputados habían escuchado de números, muy bien llevados por nuestra dirigencia; de la defensa de las normas y del espíritu de esas normas. Lo que no tenían, era la mirada hacia la realidad social y humana al interior de nuestras comunidades. Entonces pudimos ser escuchadas, cara a cara con las diputadas, transmitiendo la experiencia no de la mujer en sí como tal, sino desde esa mirada multifacética que tenemos las mujeres para poder mostrar la realidad, la de las familias, de los niños, los adultos, lo que las mutuales posibilitan para esos grupos”.

La mujer militante de organizaciones sociales de gestión colectiva, aquélla que siente la responsabilidad de atender varios frentes de manera simultánea, encuentra razones y formas que le dan sentido común a la diversificación de roles. Para Silvana Naveda, son necesarios el método y el corazón.

“El punto de unión creo que está en la energía que puedo volcar en cada uno de esos roles. Energía y responsabilidad. Distribuyo mis días para cada tarea, me organizo y lo transformo en un método. Pero me parece que esta actitud, esta acción que debo imprimir a cada rol, nace desde el corazón, desde la esencia misma de cada persona. Además, la militancia me hace crecer como persona, me da la posibilidad de incorporar experiencias que luego puedo volcar en otros espacios. Hay que aprender a multiplicarse para estar donde a una se la requiera. En resumen, me parece que la respuesta que sintetiza el cómo se hace para tratar de cumplir con todo,  es el compromiso con lo que cada uno cree que debe hacer”.

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