En un extenso documento difundido ayer, el Vaticano presentó una serie de consideraciones sobre el actual sistema económico y financiero mundial.

Muchos de sus párrafos están en coincidencia con los principios de la Economía Social y Solidaria, a punto tal que considera al crédito cooperativo y al microcrédito como una realidad muy positiva que debe ser alentada.

En un  texto donde constantemente se remarca la necesidad de poner la economía y las finanzas al servicio del bien común y con sentido solidario, se opone a los modelos financieros preponderantes en el mundo, a los que califica como obsoletos y anti éticos.

El instrumento fue redactado el pasado mes de enero por la Congregación para la Doctrina de la Fe y por el Servicio del Desarrollo Humano Integral,  y presentado ayer por el Papa Francisco.

Por este documento, la Iglesia considera que el funcionamiento actual de la intermediación financiera, se ha desvinculado de fundamentos antropológicos y morales, produciendo abusos, injusticias y generando crisis sistémicas.

Afirma que en la transmisión de bienes, no sólo está en juego lo material, sino también los bienes inmateriales como la confianza y la cooperación.

En uno de sus puntos, ubica a la persona como nacida dentro de un contexto de relaciones, por lo que le resultaría imposible su existencia, si no se afirma en los ligámenes que le permiten interactuar en la denominada comunión, según  el término cristiano: “Sólo el reconocimiento de este elemento originariamente constitutivo de nuestra identidad humana, permite mirar a los demás no como competidores potenciales, sino como posibles aliados en la construcción de un bien, que no será auténtico si no se refiere a todos y cada uno al mismo tiempo” .

El documento también propone que en las universidades y escuelas de Economía, incorpore en sus programas de estudio, como algo fundamental y no accesorio, la capacitación de la disciplina en una visión completa del hombre.

“El bienestar debe evaluarse con criterios muchos más amplios que el PIB de un país, teniendo en cuenta otros parámetros como el crecimiento del capital humano, la calidad de la vida social y del trabajo”. Y más adelante agrega que ganancia y solidaridad no son antagónicos; por el contrario, si entre ambos factores se establece un círculo virtuoso, se pueden expandir las potencialidades positivas de los mercados.

El Vaticano evalúa al crédito como de una función social insustituible, con agentes financieros calificados y fiables: “En este sentido, por ejemplo, son muy positivas y deben ser alentadas realidades como el crédito cooperativo, el microcrédito, así como el crédito público al servicio de las familias, las empresas, las comunidades locales y el crédito para la ayuda a los países en desarrollo”.

Sostiene que el fin especulativo en el campo económico y financiero, deteriora valores “de encuentro, de solidaridad, de reciprocidad regeneradora y de responsabilidad por el bien común. En este contexto, palabras como eficiencia, competencia, liderazgo, mérito, tienden a ocupar todo el espacio de nuestra cultura civil, asumiendo un significado que acaba empobreciendo la calidad de los intercambios, reducidos a meros coeficientes numéricos”.

“A este respecto, hay que destacar que la cooperación realiza una función singular en la tarea de producir, en modo sano, valor añadido en los mercados. Una leal e intensa sinergia de los agentes obtiene fácilmente ese valor añadido que busca toda actuación económica. Cuando el hombre reconoce la solidaridad fundamental que lo liga a todos los demás hombres, percibe que no puede apropiarse de los bienes de que dispone. Cuando se habitúa a la solidaridad, estos bienes son usados no sólo para sus propias necesidades, dando a menudo también frutos inesperados para los demás”.

Entre sus conclusiones, el documento expuesto por el Jefe de la Iglesia Católica, alienta a que, frente al actual sistema económico financiero –al que califica como omnipresente-, las organizaciones puedan hacer mucho al respecto: “Muchas asociaciones con origen en la sociedad civil son, en este sentido, una reserva de conciencia y responsabilidad social, de la que no podemos prescindir. Hoy más que nunca, todos estamos llamados a vigilar como centinelas de la vida buena y a hacernos intérpretes de un nuevo protagonismo social, basando nuestra acción en la búsqueda del bien común y fundándola sobre sólidos principios de solidaridad y subsidiariedad”.

Fuente: Documento “Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero”.

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