Foto: Prensa CAM

Por José Frattini

El marco visual y sonoro que cubrió el acto del pasado viernes en Córdoba, dejó asombro para propios y extraños.

Nunca antes se había visto un acto de mutualistas, tan concurrente y con el objetivo de hacer oír su reclamo ante el poder político, con un escenario de estas características.

Carteles, pancartas, remeras y cantos que durante más de una hora acompañaron los redoblantes de la barra del gremio de trabajadores de entidades. No fueron los únicos en ubicarse al fondo del recinto. Allí también se agruparon organizaciones mutuales identificadas y retumbantes.

Por momentos, algunos se sintieron en un ámbito extraño, ajeno a lo acostumbrado en el mutualismo. Las características del acto, fueron toda una novedad. Otros entendieron de antemano que se trataba de conseguir al menos dos fines: mostrar la capacidad movilizadora del sector, y ofrecer un escenario para que la dirigencia política exponga ante la multitud qué posición va a tomar sobre la defensa o no de las organizaciones de la Economía Solidaria.

Las invitaciones fueron amplias y plurales. La aceptación fue tal, que hubo que agregar sillas sobre el escenario y hasta armar una doble fila. Ningún político se anima a perderse la oportunidad de un recinto colmado y bochinchero.

El Subsecretario de Cooperativas y Mutuales de la Provincia, Abraham Galo, iba y venía por un costado, recibiendo y enviando WhatsApp, vaya uno a saber a quién. Tal vez a Martín Llaryora que estaría al acecho por ingresar o no al micro estadio del Hindú. Nada para reprochar. Es práctica usual en los funcionarios y dirigentes políticos.

El presidente de CAM no fue quien cerró el acto, sino quien lo abrió. Como buen observador, desde el estrado saludó a los muchachos de UTEDyC que hacían la barra, y los incorporó a la problemática “porque ellos también están defendiendo la fuente de trabajo”. Un gesto atinado y oportuno.

El diputado Pablo Carro no se ahorró nada. Advirtió que se trataba de un espacio ideal para la arenga e intentó instalar la idea de que el problema no es sólo el artículo 85, sino todo el Presupuesto. Hasta se animó a disentir con Alejandro Russo, al decirle que no era necesaria una propuesta de aporte para los tiempos de crisis nacional: “No, ustedes ya hacen el aporte social, simplemente cumpliendo las leyes argentinas; simplemente desarrollando la economía local; simplemente sin llevarse la guita afuera como hacen muchos especuladores”.

Por supuesto, el cierre tenía que estar en manos del hombre de cuya decisión estaban todos pendientes. Martín Llaryora conoce de actos de este tipo. Sabe manejar los tiempos y los tonos. Estaba cómodo y hasta con las palmas de sus manos tamborileaba el atril al ritmo de los bombos de la gradería. Su mensaje fue breve. Dijo lo que el público y los dirigentes querían escuchar; con tanta enjundia, que se apropió del lema de la causa: “La solidaridad no paga ganancias”.

Después, la desconcentración encontró a los asistentes con caras de satisfacción. Fotos, selfies y videos recorrerían minutos más tarde todos los rincones geográficos y mediáticos de las redes sociales.

La organización, impecable. La presencia de los sectores femeninos y de jóvenes fue relevante; ya tienen su espacio.

El recorrido de las organizaciones para llegar a este acto tuvo rasgos épicos para la historia del mutualismo argentino. La tarea paciente en cada pueblo, pequeño o grande, por reunirse, por visibilizar el problema, por armar la logística de llegar a la ciudad de Córdoba, alquilando micros, cerrando las puertas de sus oficinas durante ese día, convocando gente, mostró la capacidad movilizadora del sector. Ni hablar de los mutualistas que recorrieron cientos de kilómetros desde Santa Fe, Rosario y Entre Ríos. Era absolutamente necesario hacer este encuentro en la capital mediterránea.

Para algunos, la postal de este acto será irrepetible; demandó un gran esfuerzo. Para otros, quizás esta convocatoria sin precedentes en el sector, haya puesto sobre la superficie a un nuevo actor que se anima a aparecer ante la sociedad.

Cuando semanas atrás se trazó la idea de hacer un acto de esta envergadura, muchos dudaron sobre sus propias posibilidades. El resultado, exitoso por cierto, sorprendió a todos. Al fin y al cabo, nadie sabe de lo que es capaz de hacer, hasta que tiene que hacerlo.

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