Treinta años cumplió la radio La Ranchada, un proyecto al que todos atribuyen a un proceso de construcción colectiva. Una historia de sueños, de desafíos, de sinsabores y de conquistas apreciadas, como todas aquéllas que se alcanzan con lucha.

Bajo el paraguas del viejo Decreto Ley de Radiodifusión de la última dictadura, la prohibición de que las organizaciones sociales pudiesen ser titulares de medios de comunicación, se mantuvo vigente aún después de 20 años de democracia.

La radio se empezó a conformar en el año 1989, a partir de una iniciativa que venía realizando la Mutual Carlos Mugica, con trabajos que se hacían en villas y en barrios de Córdoba, vinculados con el acompañamiento a la gente para organizarse en la problemática de accesibilidad a la tierra. En ese marco se vio la necesidad de contar con un medio de comunicación que pudiera acompañar esos procesos, esas luchas y reclamos; también, hacer visible cómo era la vida en los asentamientos en las distintas villas. Tuvo desde sus inicios muy clara la idea de visibilizar una agenda temática y de cobertura noticiosa muy diferente a la de los medios tradicionales.

Uno de los ejemplos lo expuso el Viceintendente electo de la ciudad de Córdoba, Daniel Passerini: “El mismo año 1989 que empezaba a transmitir la llamada radio pirata, yo también empezaba mi tarea como médico residente en el Hospital Misericordia. Al año siguiente se desató la epidemia de cólera, y como médicos trabajamos mucho en acciones comunitarias. En ese tiempo,  la única radio que nos prestaba atención en la difusión de esa tarea, era La Ranchada”.

Así trabajó siempre esta radio: en la profundidad de la sociedad, donde los medios masivos no llegaban porque había (y hay) intereses comerciales y políticos que segmentan la realidad a exhibir públicamente.

Transitaban gobiernos constitucionales, pero tres años después de las primeras emisiones, La Ranchada estuvo a punto de perder su sueño, su proyecto, su objetivo. El constitucionalista Miguel Rodríguez Villafañe se involucró en el tema, y encabezó como letrado la representación del medio de comunicación mutual, para exigir algo que parecía una batalla contra molinos de viento: “En 1992 estuvimos al borde del decomiso de los equipos, fue una epopeya colectiva. El sistema pretendía que fuésemos una empresa comercial, evitar un medio comunitario era una forma de colonización mental. Desde ese momento comenzamos a plantear la inconstitucionalidad del artículo 45. Fueron once años de batalla jurídica que culminó exitosamente en 2003, y que derivó en la licencia que recién ahora, en 2019, se nos otorga. Terminamos una etapa pero no la lucha, porque los medios hegemónicos pretenden que se ignore lo que piensan otros sectores, los que no tienen voz y que tienen que ser escuchados. No es sólo el derecho de expresión, sino el derecho de brindar información que no está en  la agenda de los grandes medios”.

Y Marco Galán, presidente de la Mutual Mugica, evoca el trayecto de estos treinta años, sin desconocer las dificultades, las contradicciones y los debates que en más de una ocasión pudieron derribar el proyecto: “Desde el principio supimos que teníamos que construir una organización desde abajo. Teníamos claro que había que promover la organización del sector. La Ranchada fue soñada y pensada. Había que buscar la forma de que los pobres no sean noticia en policiales; desde ahí pensamos en un medio de comunicación articulado con  las organizaciones populares”.

Las tres décadas se celebraron con genuina alegría el pasado viernes. Se percibía en el ambiente el clima festivo. Y se comprende, claro. Sólo un puñado de personas podía pensar que esa radio “clandestina” y “cuartetera”, podía llegar hoy a tener su sede propia, de tres pisos, con camión de exteriores, con transmisiones en vivo y con un nombre instalado, sorteando todo tipo de obstáculos. Sencillamente poniendo en escena a los que teniendo algo para contar, nunca están en las salas de redacción de los otros medios. La Economía Social y Solidaria, a través de sus instituciones, tiene mucho por decir. Por suerte, La Ranchada existe.

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