Escribe Alejo D’Amico (*)

A través de estas páginas, el profesor Alejo D’Amico ofrece a los lectores una mirada reflexiva sobre la prédica de los valores del asociativismo. Repasando la historia, se apoya en los albores del sistema para redimensionar la urgente necesidad de educar en los principios del cooperativismo y el mutualismo. Pero no sólo para las futuras generaciones, sino como una misión presente para instalar en toda la sociedad los provechos de la acción colectiva como método para satisfacer las demandas.  

Cuando en  Octubre de 1844 nace la primera Cooperativa en Rochdale (Inglaterra), sus fundadores sentaron las bases de una nueva filosofía en las relaciones económicas y sociales.   Sus veintiocho  asociados convencidos de que,  unificando esfuerzos y trabajando unidos  podían satisfacer  sus necesidades, que  no eran pocas, estaban marcando un hito en la historia pues  el cooperativismo  se proyectó  por todo el mundo hasta nuestros días.

Estas empresas  sociales  llegadas a nuestro país de la mano de los inmigrantes  europeos en su mayoría, al igual que éstos, echaron raíces en este inmenso territorio convirtiéndose en  protagonistas de  nuestro devenir. Junto a las mutuales  proporcionaron servicios vitales a sus  asociados  cuando  el Estado era el gran ausente. Como dato ilustrativo podemos  citar que apenas sancionada la Constitución de 1853, se funda la Sociedad Tipográfica Bonaerense (1857), una mutual que daría origen  a posteriori, al Sindicato de los Gráficos  y años más tarde  surgen El Progreso Agrícola en Pigué (1898), y El Hogar Obrero (1905).

Gestionadas  bajo la premisa del esfuerzo propio y la ayuda mutua, constituyeron una herramienta  de superación para sus integrantes,  en su mayoría trabajadores obreros, sastres, tipógrafos, empleados, etc., que  eran conscientes de su situación y de la organización del esfuerzo común. Con principios y valores tales como honestidad, observancia de las bases doctrinarias y  normativas legales, más una cuota de sentido común,  fueron cumpliendo  su objeto social. La educación y capacitación en materia cooperativa y mutual, era un tema secundario  para muchos dirigentes e Instituciones (salvo excepciones, que siempre las hay), que  no llegaron a dimensionar su enorme importancia. En términos generales podemos decir que el protagonismo de cooperativas y mutuales en la vida de la Nación, no estuvo acompañado por una adecuada capacitación de la dirigencia y de la población en general.  Esto dio lugar a la desaparición de muchas entidades cuyos directivos abandonaron los principios éticos y humanistas de su existencia,  ya sea por ignorancia o conveniencia, convirtiéndolas en empresas destinadas a satisfacer intereses personales en detrimento de la mayoría de sus integrantes. La falta de aplicación práctica de la Ley 16.583/64, que declaraba de suma importancia la enseñanza de los valores del cooperativismo y mutualismo en todas las escuelas del país, privó a varias generaciones  del conocimiento  de una filosofía de vida  que privilegia a las personas por sobre el capital. Este  atraso de más de cuarenta años, se puede apreciar diariamente al comprobar que muchos socios de cooperativas y mutuales no están enterados de que revisten esa condición, no conocen sus derechos y obligaciones e incluso se consideran empleados de su institución.

La crisis de principios de siglo fue testigo del protagonismo  no sólo de las cooperativas y mutuales sino también de fundaciones, ONG, etc. en las que la sociedad encontró respuestas a  situaciones acuciantes, producto de los ajustes  pergeñados desde los centros de poder económico mundiales,  que promovían la apertura irrestricta de las economías, provocando el  cierre de muchas empresas  nacionales que fueron recuperadas luego por sus obreros y empleados, asociados en cooperativas. La Mayoría de las veces obligados por las circunstancias con el paso del tiempo, tienen los  mismos problemas que enfrentaron los pioneros de Rochdale, pero con una diferencia significativa: los pioneros tenían  una regla de oro que era la educación cooperativa y la aplicaron rigurosamente; por eso triunfaron en su empresa. En 1853, por estatuto se destinaba el 2,5% de los excedentes a educación. El dictado de la Resolución N° 2037/03 por parte del INAES, apunta a los mismos objetivos que la Ley 16.583. Nosotros recién ahora, con la sanción de la Ley de Educación Nacional N° 26.206 y su artículo 90, estamos dando los primeros pasos  para capacitar a socios, dirigentes, docentes  y estudiantes de todos los niveles, desde el jardín de infantes hasta la universidad, en el conocimiento y  funcionamiento de estas Instituciones.

Los pioneros tardaron nueve años en implementar  la regla de oro del cooperativismo, nosotros  tardamos más de cuarenta años. Desde la Secretaría de Políticas Sociales, Cooperativas y Mutuales se promueve la enseñanza y capacitación  mediante el dictado de cursos y convenios con escuelas y universidades para tal fin.

Este proceso que es de largo aliento, debe continuar, pues el cooperativismo y el mutualismo son herramientas de transformación social y la función del Estado fundamentalmente, es educar además de promover y fiscalizar. Sólo así  funcionarán entidades genuinamente solidarias para beneficio de todos.

(*) Docente en la Tecnicatura en Cooperativismo y Mutualismo, Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, de la Universidad Nacional de Córdoba.

Ex funcionario capacitador en la Subsecretaría de Cooperativas y Mutuales de la Provincia de Córdoba.

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