Escribe Eduardo H. Fontenla (*)
Estamos transitando un tiempo de pos pandemia con consecuencias de desigualdades entre los que más y menos tienen en los ámbitos económicos y sociales.
Para una salida sostenible, debemos pensar acciones concretas que puedan convertirse en objetivos compartidos. Porque la salida es conjunta y en red; nadie se salva solo, y las cooperativas que naveguen aisladas se hundirán solas, por las propias debilidades que les impedirán recibir la contribución de la colaboración para su desarrollo.
Para el movimiento cooperativo el destino histórico de la humanidad no es la individualidad. O como mejor lo expresa Paulo Freire: “Nadie se salva solo, nadie salva a nadie, todos nos salvamos en comunidad”.
Es sin duda un tiempo para profundizar, conectar y entrelazar los valores, los principios e identidad universales que dan fundamento a la organización y gestión cooperativa. La acción es hija de las ideas. Es una época para cambiar la mirada, marcar pautas, dar mayor coherencia y no marchar en cualquier dirección.
Es oportuno en el centenario del Día Internacional de las Cooperativas, y en el 28° día de las cooperativas de Naciones Unidas que se celebra el sábado 2 de julio, seguir el lema dado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI): “Las cooperativas construyen un mundo mejor”; reafirmar que este modelo económico y social ayuda a construir un mundo en el que “nadie quede afuera y donde nadie quede atrás”, y su vez formularnos una pregunta ¿qué pueden ofrecer las cooperativas para un desarrollo sostenible en la pos pandemia?
Antes de responder al interrogante insistimos que es necesario recrear el modelo y la matriz organizacional-empresaria que tiene componentes económicos, sociales y ambientales integrados, propios, orientados, alimentados y en línea con la esencia de la doctrina cooperativa.
Aunque parezca pasado de moda o una mirada romántica, la esencia e identidad es la ventaja competitiva y distintiva que tienen las cooperativas en relación con otros modelos empresarios y de organización que debemos profundizar.
Desde esta orientación y ante la pregunta que nos formulamos queremos destacar y compartir ocho elementos.
Uno, valorizar el carácter abierto, democrático, de igualdad social, inclusivo y de equidad económica que son la esencia fundamental de las cooperativas y la fuerza que une.
Dos, evitar la propensión economicista y la mercantilización de algunas acciones cooperativas, reconociendo la significación del acto cooperativo como distinto del acto de comercio.
Tres, potenciar la capitalización colectiva que no desconoce la importancia del capital, pero no le otorga poder de decisión y de control institucional. Lo ubica dependiendo y poniendo como centro a las personas asociadas.
Cuatro, en una época de volatilidad económica ofrecer el entramado organizacional cooperativo de capital nacional o de capital bandera con raíces nacionales, locales y regionales, que no cierran o abandonan el país en época de crisis. Reconociendo que son empresas de soberanía nacional que se quedan, no cierran en situaciones de crisis y tienen compromiso con la Argentina.
Cinco, en lo laboral generar trabajo digno, formal y registrado. Ante la falta, disminución o pérdida de centralidad del trabajo en relación de dependencia formal, las cooperativas de trabajo ofrecen una alternativa de lógica autogestiva, co emprendedora que en la crisis socio-económica actual permitirían pasar de la informalidad y precarización laboral al trabajo organizado autogestionario, en blanco, de calidad, con acceso a la seguridad social y reglamentado.
Seis, trabajar la conexión virtuosa y complementaria que tienen los objetivos de las cooperativas y los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y las 169 metas de la agenda 2030, que la mayoría están en el ADN del modelo cooperativo y coinciden programáticamente en sus aspectos económicos, sociales, ambientales, de paz, de alianzas e integración.
Sumar como brújula a la identidad cooperativa la plataforma de desarrollo sostenible de Naciones Unidas prevista para alcanzar en los próximos ocho años y que la Argentina junto con 193 países promueve en un trabajo articulado con todas las provincias que adhieren en su implementación.
Para alcanzar el desarrollo sostenible que busca la agenda 2030, necesitamos más cooperativas en el mundo y más mundo con cooperativas.
Siete, aumentar el volumen político en la relación con todos los partidos políticos y los gobiernos para el diseño y construcción de un plan de políticas públicas para el fomento cooperativo e integración con la economía social. Subrayando el tema del Integración vertical y horizontal para reducir la dependencia estratégica con modelos empresariales no cooperativos.
Ocho, ante el horror de un contexto de guerra que nos tiene en vilo, al que asistimos impotentes y que alimenta tensiones, pobreza y mayores desigualdades, resignificar a las cooperativas como instrumento contributivo a la paz y trabajar especialmente en correlación con el ODS n° 16 “Paz, justicia e instituciones sólidas”. Es vital el diálogo público-privado con la sociedad civil aplicando la inteligencia vincular.
Es hora de volver a recuperar la esencia, identidad coherencia doctrinaria como primer paso para acercarnos a nuevas miradas, respuestas e innovaciones cooperativas que la Argentina necesita. El aniversario 100 de la conmemoración del Día Internacional de las Cooperativas es un buen momento para pensar la pregunta y a su vez propicio para aumentar el convencimiento colectivo de convocar, pensar y consensuar la salida cooperativa.
Desde la responsabilidad histórica del movimiento cooperativo, recordamos lo que nos dice el Papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, (18 de junio de 2015): “…hay que actuar hoy porque mañana podría ser tarde”.
(*) Licenciado en Cooperativismo y Mutualismo y en Ciencia Política y Gobierno.