Escribe Juan Pivetta (*)

Culminamos un nuevo año y en verdad me resulta difícil poder hacer una reflexión lo suficientemente objetiva, sin caer en un análisis simplista negativo por desconocimiento de la historia reciente, pero a su vez, en la dificultad ante un positivismo necesario para dar vuelta la página y mirar al sistema de salud desde una perspectiva de un país ordenado, próspero e inclusivo.

El mutualismo de salud transitó a lo largo de su larga y fructífera trayectoria, las diferentes etapas de la historia nacional y supo adaptarse a las realidades, reinventándose y adquiriendo nuevos desarrollos para seguir satisfaciendo las necesidades de la gente.

La primera etapa de su recorrido sin la presencia de un Estado presente, siendo la única alternativa organizada por la propia gente, especialmente por parte de aquellos con mayores necesidades y encontrando en la ayuda mutua, una manera de superar los problemas individuales. Siempre en la libertad de organizarse socialmente en figuras formales, creando sus propias normas, velando por su cumplimiento y construyendo comunidades solidarias que marcaron el desarrollo de las sociedades y contribuyendo al crecimiento del país.

Casi a mediados del siglo pasado y luego de la segunda guerra mundial, en las sociedades occidentales comienzan a desarrollarse los modelos de Estados de Bienestar y si bien nuestro país sigue esa línea general, en salud adquiere la particularidad de desarrollar modelos hospitalicocéntricos, dónde el Estado es la figura absoluta, rectora por excelencia y donde las sociedades son meras espectadoras, no participando en los procesos participativos de sus sistemas sanitarios.

Allí la mutualidad tuvo que adaptarse nuevamente, más aún con el fortalecimiento de las obras sociales y su incursión en la provisión de servicios de salud, desplazando a las organizaciones originarias de ayuda mutua.

Es decir, nuestro país pasó de un modelo con ausencia del Estado y con la mutualidad como única alternativa de abordaje en las situaciones de afectación a la salud, a la intención de crear un modelo Beveridgeniano, es decir con acceso a la salud universal, equitativa y gratuita, pero junto con otro modelo Bismarckiano, es decir solventado por las cotizaciones de los trabajadores y las empresas.

Pero lo cierto es que intereses políticos partidarios y de diferentes gobiernos de turno, lo desvirtuaron de tal manera que ocasionó el comienzo del  proceso de fragmentación y segmentación que continúa hasta nuestros días, con el consecuente impacto en las inequidades sociales.

Pero lamentablemente a su vez se fue engendrando un proceso muy complejo impulsado especialmente por grupos económicos a partir de la Medicalización, entendiéndola como proceso de convertir situaciones que han sido siempre normales en cuadros patológicos y pretender resolver, mediante la medicina, situaciones que no son médicas, sino sociales, ambientales, profesionales o de las relaciones interpersonales.

Este proceso trajo aparejado grandes negocios y una industria, especialmente la de medicamentos, que impulsaron un modelo de salud liberal, con servicios basados en leyes de oferta y demanda, siempre aprovechando las ineficiencias de los modelos intentados hasta el momento.

Personalmente considero que hace unos años por indefiniciones de políticas sanitarias, más la ineptitud de algunos funcionarios, con irresponsabilidades políticas y sin dudas en muchas oportunidades atravesadas por conflictos de intereses, comenzamos a transitar una etapa de un modelo anárquico en salud, siendo la principal razón por la cual desde el mutualismo planteamos oportunamente el “Cambio de Rumbo” de nuestro Sistema Sanitario.

Así y todo, como decía al principio sin caer en el análisis simplista, pero sabiendo que las consecuencias son dolorosas, en la mutualidad se encuentra él repositorio de valores, trayectoria y conocimiento suficiente para transformar la realidad e intentar acercar respuestas a las necesidades en salud que no podrán ser resueltas por Estados ocupados en recuperar eficiencia y definir prioridades, pero que indudablemente tampoco serán resueltas por las reglas del mercado.

Sin dudas que es una oportunidad y debemos estar dispuestos a enfrentar el desafío, adaptándonos, quizás transformándonos, pero animándonos a mirar más allá de lo que cada uno puede llegar a ver.

(*) Presidente de la Federación Argentina de Mutuales de Salud (FAMSA) y de la Mutual Federada 25 de Junio Sociedad de Protección Recíproca

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