Cuando faltaban apenas dos semanas para cumplir sus cien años de edad, falleció María Argentina Gómez Uría, la más importante impulsora y divulgadora de las prácticas asociativas en las escuelas.

La aplicación del cooperativismo y mutualismo escolar fue el eje de su larga prédica, convirtiéndose en una referente ineludible para el desarrollo del sistema desde la contención que brindan las aulas.

Contadora de profesión, dedicó su corazón y cuerpo a la docencia. A sus cuarenta años, en 1962, ideó la creación de la primera cooperativa escolar en América Latina. Lo hizo desde la escuela Joaquín V. González, en la ciudad de La Falda, lugar donde residió una larga parte de su vida.

Además de la práctica, siempre se ocupó en dar sustento intelectual a las iniciativas. Infaltable disertante en los múltiples foros sobre la materia, fue autora de al menos una decena de textos sobre la actividad; fundadora y presidenta honoraria de la Unión Internacional del Mutualismo y Cooperativismo Escolar (UICE), rol que se replicó en la Célula de América Latina de Cooperativismo y Mutualismo Escolar (CALCME).

Sus méritos le permitieron acceder a un doctorado honoris causa en Panamá; fue parte del Consejo Consultivo del INAES, y alcanzó el justo reconocimiento oficial en 2018 con la distinción Juana Azurduy que otorga el Senado de la Nación.

Muchos dirigentes y portales vinculados al sector de la economía solidaria se hicieron eco de su partida. Es que la vida de María Argentina Gómez Uría, su pensamiento, acción y lucha, fue siempre una guía imprescindible para entender y forjar los modelos asociativos desde temprana edad. Afortunadamente, dejó como legado para todos, un modelo que se sigue multiplicando. En cada escuela donde haya una mutual o cooperativa, se ratifica su ideario y se justifica su inagotable persistencia.

En 2018, recibiendo la distinción Juana Azurduy

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