El último informe publicado por la organización Oxfam, de la Universidad de Oxford, arroja datos estremecedores sobre el crecimiento de la desigualdad en el reparto de la riqueza a escala mundial.

Oxfam es una entidad que periódicamente realiza relevamientos y mide los niveles de concentración de la riqueza a partir de datos obtenidos en diferentes países. Sus conclusiones se expresan a partir de cifras que revelan la evolución del patrimonio de los grandes grupos empresarios lucrativos, en desmedro de quienes la producen. El estudio sentencia que una enorme concentración de poder empresarial y monopolístico está exacerbando la desigualdad en la economía mundial.

Además de las cifras, el documento ofrece modelos y recomendaciones para paliar o revertir el cuadro de inequidad. Entre ellas, Oxfam exhibe el modelo de lo que en nuestras latitudes se conoce como la economía solidaria.

Es así que, del informe, se desprende que “Existe una amplia variedad de alternativas al modelo empresarial que da prioridad a los accionistas (cooperativas locales y de trabajadores y trabajadoras, empresas sociales y empresas de comercio justo) que son propiedad y se gobiernan en interés de las y los trabajadores, las comunidades locales y el medioambiente. Lo que hace que estas empresas sean diferentes es que su gobernanza es democrática, la propiedad no está concentrada, por lo que las ganancias se comparten de manera más justa y están impulsadas por una misión social”.

Entre las características destacadas en este modelo de negocio justo, como lo designa Oxfam, y aplicable a los ejemplos de organizaciones asociativas como las que existen en nuestro país, se enumeran: a) los beneficios se reparten entre las partes interesadas, en lugar de concentrarse en manos de los inversores de capital; b) las partes interesadas participan en el diálogo y la toma de decisiones; c) a través de la actividad, se logran objetivos sociales.

En la misma línea, se insta a los gobiernos a dar apoyo a los negocios alternativos. Cita, por ejemplo, dando asistencia financiera a las empresas que sean propiedad del personal, incluidas las cooperativas de trabajadores y trabajadoras, aplicando la recomendación de la Organización Internacional del Trabajo sobre la promoción de las cooperativas. También se sugiere la implementación de medidas fiscales y otros instrumentos económicos para priorizar modelos de negocio justo.

Concretamente, respecto al aporte que pueden hacer las entidades de la economía social y solidaria para reducir la desigualdad, se cita a la Organización Mundial de Comercio Justo, una red global que reúne a empresas sociales y cooperativas, que sostiene: “Las zonas donde abundan las cooperativas presentan menores niveles de desigualdad. Por ejemplo, Guipúzcoa, donde se encuentra la sede del grupo cooperativo Mondragón, tiene un índice de Gini (NR: coeficiente que mide la desigualdad) más bajo que Noruega y Finlandia”.

Finalmente, Oxfam resalta que “El 10 % de la población mundial trabaja para una cooperativa, y esta proporción va en aumento. Desde las empresas sociales rurales que ofrecen un trabajo digno a las mujeres y los grupos excluidos, hasta las enormes cooperativas multinacionales que están haciendo posible que regiones enteras puedan salir de la pobreza: hay razones para tener esperanza”.

Informe Oxfam 2024: https://www.oxfam.org/es/informes/desigualdad-sa

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