El dirigente Miguel Olaviaga, quien encabeza el poderoso grupo asociativo Gesta, analiza algunos aspectos que hacen al rumbo que deben tomar las organizaciones de la economía solidaria. Cree que es necesario dejar atrás algunas estructuras y adaptarse a los nuevos tiempos, pero sosteniendo los principios fundacionales que dieron origen a las entidades autogestionadas.

“Cuando se tiene que recapitular y hacer un balance bajo contextos difíciles como los presentes, cosas que pasaron hace poco tiempo parecen muy distantes, y viceversa, lo que pasó hace mucho parece reciente.

“Cada año que pasa reafirmamos un modelo de gestión, preservando la naturaleza que da sustento a nuestras entidades: la solidaridad, la democracia interna y la fuerte acción de complementarnos con otras entidades, con sujetos físicos e ideales que vayan en la misma dirección. No podemos imaginar escenarios cerrados, no tengo dudas que el futuro es de integración. Creo que, a través de los instrumentos existentes, como la misma legislación que nos encuadra, podemos avanzar con convenios de reciprocidad, intercambios en cuestiones de logística y de servicios.

“Ahora, uno no puede dejar de señalar que estamos rodeados de una estructura de alto riesgo. Vamos observando que se están derrumbando estructuras que costaron sangre, sudor y lágrimas durante tantos años. Por ejemplo, si uno analiza el sector de los trabajadores, observa que tiene un sistema previsional quebrado; una construcción que demandó más de un siglo, con principios de autarquía y de autosustentación, hoy han quedado anulados. Pensar en un país que se aproxima a la mitad de los trabajadores como no registrados y que los convenios colectivos, ese instrumento excepcional que abarcaba aspectos sociales y de equidad, ya tienen más de 45 años de antigüedad, sin explorar nuevas perspectivas, hace difícil pensar en nuevos escenarios. Así que nosotros los argentinos, con esa nostalgia permanente, llegamos a la conclusión que mantenernos en pie a través de medios democráticos es un gran logro, pero tenemos que darle contenido, porque si no, esto pierde sentido.

“Hay nuevas instancias que pasan por las nuevas tecnologías, por los aspectos que van cambiando la realidad, que hacen que tengamos que construir entidades más modernas, pero conservando aquello de la solidaridad, de la cooperación. Creo que no vale reconstruir sobre el pasado. Hoy no se puede pensar en la relación de dependencia a ultranza, porque cambiaron las formas de trabajo. Tenemos que hacer dos esfuerzos, uno intelectual que tiene que ver con nuevas formas de organización colectiva, y otro, incorporando nuevas circunstancias que no estaban antes. Hoy se puede cultivar un campo sin la presencia del hombre, se pueden ordeñar los animales solos. Lo que no hay que perder son los principios, los valores, porque si bien el mundo avanza hacia nuevas formas, no es menos cierto que también avanza hacia la inequidad y la concentración de riquezas en pocas manos.

“Ahora bien, hay que resolver un problema. Y es que las organizaciones requieren inversiones, que hoy están en manos de los bancos, los que, con su característica rentista, impiden cualquier posibilidad de financiación. En el caso nuestro, que hemos tenido que acudir a asistencia crediticia por las inversiones que hicimos, hemos visto que son intereses salvajes. Por lo tanto, creemos que hay que encontrar las formas de financiación intersectoriales para que la economía social pueda tener una expansión potente.

“Uno tiene que fijarse siempre objetivos que den sustento y mantención a las organizaciones, y para eso hay que prepararse a construir las nuevas referencias institucionales, sobre una matriz que ponga un poco más de justicia, equilibrio y ecuanimidad entre los ciudadanos. Ya no hablamos sólo del hambre, de la ignorancia y del autoritarismo, sino que hablamos de que las instituciones conlleven a una sociedad más equilibrada, y allí es donde debe estar la economía social”.

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